La nave espacial llamada COP

April, 15. Written by Gonzalo Muñoz.

COP significa Conferencia de las Partes y se refiere a un órgano de negociación sobre un tema concreto en el que un número significativo de países han definido unas bases y objetivos de negociación. En otras palabras, COP es un término genérico, y la clave está en el «apellido». La más conocida de las COP es la sobre el Cambio Climático, que este año celebrará su 30a edición en Brasil.

COP.

Cuando empecé mi trabajo como Climate Champion de la COP25, enseguida me llamó la atención un término que suelen utilizar los negociadores para referirse a lo que ocurre en la economía y en la vida de las personas: hablan de el «mundo real», como si la situación en la que estuvieran discutiendo formara parte de otro planeta. Es interesante entender esta distinción: la COP se celebra en territorio de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) y cada país anfitrión debe ceder una parcela del tamaño necesario para que la ONU se haga cargo de ella durante unos quince días, es la llamada Zona Azul de cada COP. Las normas para quienes se encuentran aquí son las de la ONU, y para acceder a esa zona las personas deben estar registradas y aceptar acatar dichas reglas.

En esencia, una COP es una especie de nave espacial que se sitúa sobre la Tierra (en el caso del clima, cada año; en el caso de otras COP cada dos años).

En principio, es un lugar muy exclusivo, reservado para los negociadores que representan a los países miembros de la convención. Los países más ricos envían grandes delegaciones, mientras que los más pobres a veces logran enviar a una sola persona. Por otro lado, hay algunas organizaciones formalmente autorizadas a observar lo que ocurre en la nave espacial, de modo que en cada COP hay un número importante de «observadores», normalmente de ONG globales que representan diversos temas o grupos de interés; por ejemplo, a los pueblos indígenas. Todos ellos deben viajar hasta la nave espacial, lo cual conlleva enormes complejidades logísticas y protocolares.

Cada nave espacial está dirigida por una persona que ocupa el cargo de secretario ejecutivo de la convención, quien debe garantizar que se cumpla el propósito a la vez de que se acaten las reglas y procedimientos. No es necesariamente un entorno favorable a la innovación.

En el caso de la nave del clima (UNFCCC), cada año un determinado país asume la presidencia, la cual va rotando entre 5 macro regiones geográficas (África, Asía, Europa Oriental, Latinoamérica + Caribe, y por último Europa Occidental + otros).

En todos los casos, el país anfitrión designa a una persona para que actúe como presidente de la COP que estarán liderando, las cuales llevan números secuenciales. Esta persona puede definir los temas que considere prioritarios para esa COP, debe dialogar y consultar con todas las partes, así como dirigir las negociaciones de los temas que corresponde tratar en dicha COP, así como facilitar el proceso de negociación en su conjunto. Además, esta persona y su equipo serán los anfitriones y dueños de casa de este macro evento en la ciudad cede. Actualmente las COP medioambientales congregan entre 20 y 100 mil personas en un período de tiempo que varía entre 10 días y 3 semanas.

Como aplicaría a una nave espacial, las normas son muy estrictas, y el lenguaje utilizado es extremadamente técnico, así como lleno de matices jurídicos para facilitar que todo el mundo se sienta mínimamente cómodo con el resultado. La regla para la toma de decisiones se basa en el consenso (que nadie se oponga), con lo cual resulta muy difícil alinear a casi 200 países que obviamente se encuentran en situaciones extremadamente diversas cada vez que se reúnen. Se da la curiosidad de que en estos espacios el proceso es controlado por los países, de modo que el primer ministro de Tuvalu (con poco más de 11.000 habitantes) tiene un voto, mientras que el gobernador de California, la quinta economía del mundo no tiene voz ni voto.

Aunque esperamos que los acuerdos sean siempre vinculantes, en la práctica, cuando volvemos al mundo real, a menudo la realidad impide que estos compromisos se cumplan en su totalidad o con la ambición con la que fueron definidos en la nave espacial. Al mismo tiempo, ese espacio ofrece la única instancia donde todas las naciones (grandes y pequeñas) tienen la oportunidad de exponer sus realidades y exigir soluciones a problemas que trascienden las fronteras.

Al final lo que manda es lo que está en el texto oficial. Aquí es donde se supone que las naciones y las COP envían mensajes al mundo real. Pero lo que ocurre es que a menudo el texto se queda en un ámbito de la diplomacia internacional, y por lo tanto el impacto en la economía real dependerá de la fuerza que estas personas tengan para llevarlo a sus respectivos países y convertir estos acuerdos en leyes y reglamentos que, a través de incentivos o castigos, consigan movilizar a los actores de la economía real.

En ciertos casos, la nave espacial ha conseguido estructurar una forma muy específica de conexión con el mundo real, estableciendo una especie de ascensor por el que las experiencias específicas de la sociedad sobre ese tema pueden subir o bajar de la nave espacial. En todos los casos, este ascensor se llama Agenda de Acción. Y en el caso de la nave del clima, esa agenda se creó en la COP21 (2015) como parte del Acuerdo de París. Se asignó el papel de los Climate Champions para liderar y coordinar este ascensor, el cual en la siguiente COP (COP22 en Marrakech el año 2016) pasó a llamarse el Marrakech Partnership. En esta agenda de acción se desarrollan herramientas formales, que desde entonces han pasado a formar parte de los textos resultantes de las COP sobre el clima. A través de ello se ha logrado generar una comunicación virtuosa entre los actores estatales y no estatales, y se ha logrado acelerar la importancia del Acuerdo de París en todos los ámbitos de la sociedad. Actualmente existe una enorme cantidad de innovaciones, compromisos, programas y campañas que han nacido gracias al trabajo de la agenda de acción de la COP de Clima. La mayoría de las actuales referencias a implementación climática en el sector empresarial, financiero, municipal, académico y cultural provienen de dicha agenda de acción.

En otras naves que han tenido menos reuniones históricas (COP de Biodiversidad, COP de Desertificación, Negociación sobre contaminación por plásticos) se ha avanzado en la misma dirección, hasta el punto de que la COP sobre desertificación logró en Riad durante la COP16 (2024) el diseño de la Agenda de Acción de Riad como ascensor que desde entonces conecta esa nave con la capacidad y necesidad de la economía real de avanzar para frenar la degradación del suelo, combatir la sequía y dar sostenibilidad a la producción de alimentos.

En Belém ya es sabido que los ámbitos a negociar serán pocos y estarán complicados, dado el escenario geopolítico global. Es por ello que ya se habla de la agenda de acción como lo que pasará a tener mayor relevancia y atención. Mal que mal es sabido que ya no tenemos tiempo para seguir discutiendo. Lo que toca es implementar de forma acelerada todas aquellas soluciones que conocemos y necesitamos. Manos a la obra es el único lema válido. Hasta que las naves espaciales y la tierra en que vivimos se hagan una sola.




Gonzalo Muñoz
CMG

The Spaceship Called COP

April 15. Written by Gonzalo Muñoz.

COP stands for Conference of the Parties and refers to a negotiating body focused on a specific issue, where a significant number of countries have agreed on negotiation frameworks and objectives. In other words, COP is a generic term — the key lies in its "surname."
The most well-known COP is the one on Climate Change, which this year will celebrate its 30th edition in Brazil.

When I started my work as Climate Champion for COP25, I was immediately struck by a term negotiators often use to refer to what happens in the economy and people's lives: they talk about the “real world,” as if the situation they are discussing belongs to another planet.
It's interesting to understand this distinction: the COP takes place in UN territory, and the host country must cede a parcel of land large enough for the UN to administer during about fifteen days — this is the so-called Blue Zone of each COP.
The rules there are those of the UN, and anyone wishing to access the zone must be registered and agree to abide by these regulations.

Essentially, a COP is like a spaceship hovering above the Earth — annually in the case of climate COPs, and every two years for other COPs.

In principle, it is a very exclusive space, reserved for negotiators representing member countries of the convention.
The wealthier countries send large delegations, while poorer ones often manage to send only a single representative.
In addition, some organizations are formally authorized to observe the proceedings, so each COP also includes a significant number of "observers," usually from global NGOs representing various issues or interest groups — for example, Indigenous peoples.
Everyone must physically travel to the spaceship, a journey full of logistical and procedural complexities.

Each spaceship is overseen by a person holding the position of Executive Secretary of the Convention, who must ensure that the purpose is fulfilled and that the rules and procedures are upheld.
It is not necessarily an environment favorable to innovation.

In the case of the Climate Ship (UNFCCC), each year a country assumes the presidency, rotating among five major geographic regions (Africa, Asia, Eastern Europe, Latin America and the Caribbean, and Western Europe plus others).

In all cases, the host country appoints a person to serve as President of the COP they are leading — with the COPs numbered sequentially.
This person can define priority topics for that COP, must consult and dialogue with all Parties, lead negotiations on the matters under discussion, and facilitate the overall negotiation process.
Moreover, they and their team are the hosts of this major event in the host city.
Today, environmental COPs gather between 20,000 and 100,000 people over a period ranging from 10 days to 3 weeks.

As with any spaceship, the rules are extremely strict, and the language used is highly technical, filled with legal nuances to ensure that everyone feels minimally comfortable with the outcome.
The decision-making rule is based on consensus (no formal opposition), making it very difficult to align nearly 200 countries, each in vastly different situations.
An interesting curiosity is that control rests with countries: the Prime Minister of Tuvalu (with just over 11,000 inhabitants) has one vote, while the Governor of California — representing the world's fifth-largest economy — has no voice or vote.

Although we hope the agreements reached are binding, when we return to the real world, reality often prevents these commitments from being fully implemented or matching the ambition defined aboard the spaceship.
At the same time, the COP offers the only platform where all nations — large and small — can present their realities and demand solutions to problems that transcend borders.

Ultimately, what carries weight is what appears in the official text.
This is where nations and the COP are supposed to send messages to the real world.
But often, the text remains in the realm of international diplomacy, and its impact on the real economy depends on whether these individuals are able to take the agreements back to their countries and turn them into laws and regulations that, through incentives or penalties, can mobilize real-world economic actors.

In certain cases, the spaceship has managed to create a very specific form of connection to the real world — establishing a sort of elevator through which society’s real-world experiences on the issue can travel up and down.
This elevator is called the Action Agenda.
In the Climate Ship's case, this agenda was established during COP21 (2015) as part of the Paris Agreement.
The role of Climate Champions was created to lead and coordinate this elevator, which in the following COP (COP22, Marrakech 2016) became known as the Marrakech Partnership.
The Action Agenda has developed formal tools that have since been integrated into the official texts resulting from climate COPs.
Through it, a virtuous communication channel between state and non-state actors was established, accelerating the reach and relevance of the Paris Agreement across all sectors of society.
Today, a vast number of innovations, commitments, programs, and campaigns owe their existence to the work done through the Climate COP's Action Agenda.
Most references to climate implementation efforts across the business, financial, municipal, academic, and cultural sectors today can be traced back to this agenda.

In other "ships" — such as the Biodiversity COP, the Desertification COP, or the Plastic Pollution negotiations — which have had fewer historical meetings, progress has been made in a similar direction.
At the Desertification COP in Riyadh (COP16, 2024), they launched the Riyadh Action Agenda as a new elevator connecting that ship to the urgent needs of the real economy — particularly to halt soil degradation, combat drought, and ensure sustainable food production. In Belém, it is already understood that there will be few negotiating tracks, and they will be complicated, given the global geopolitical context.

That is why there is growing consensus that the Action Agenda will become even more important.
After all, we no longer have time to keep debating — we must urgently implement the solutions we already know and need.
Getting to work is the only valid slogan now.
Until the spaceships and the Earth we live on truly become one.

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